Psalms 55

Si Dios conmigo, ¿quién contra mí?

1
1. El epígrafe indica probablemente el poético nombre de una canción que se traduce también: “Paloma de los lejanos terebintos” (Jonat élem rehoquim), y haría pensar en las nostalgias espirituales del Cantar. Contiene este Salmo la súplica —pronto seguida por la ardiente gratitud— de David, cuando los filisteos de Gat lo prendieron (I Reyes 21, 10-15). El rey se hallaba escondido en el país de los filisteos, donde su único consuelo era su arpa, en cuyas cuerdas traducía las angustias de su alma afligida. Como observa Calès, nada hay que contradiga el título que atribuye el Salmo a David como tantos otros de esta colección elohística, aun algunos de los atribuidos a los coreítas (cf. Salmos 41, 1; 44, 1 y nota). Sobre Miktam véase Salmo 15, 1 y nota. Los Santos Padres reconocen en este Salmo los sentimientos de Cristo en el tiempo de su Pasión.
Al maestro de coro. Por el tono “Paloma silenciosa de la lejanía”. De David. Miktam. Cuando lo prendieron los filisteos en Qat.
2Apiádate de mí, oh Dios,
porque el hombre me pisotea,
me oprime con su ataque incesante.
3Todo el día
tratan mis enemigos de devorarme,
y son muchos
los que me combaten... Oh Altísimo,
4
4. Texto inseguro. Algunos traducen a la inversa: pero lejos de mí el temor (Rembold). Otros suprimen la parte corrompida del texto y dejan simplemente, como Ubach: “Cuando temo, en Vos confío”. Esta confesión de miedo, propia de un niño (cf. Salmo 54, 18 y nota), es sumamente agradable al Padre celestial y constituye una característica de la sublime espiritualidad de David en su trato con Dios, lo que no le impidió por cierto ser un héroe invicto en las batallas, porque la mano de su Dios lo sostenía precisamente a causa de esa humildad infantil (Mateo 18, 3 s.). Lo mismo ocurrió a Jacob (Génesis 32, 7) en vísperas de luchar con un ángel y vencerlo (ibíd. 22 ss.), y a Elías que, después de huir de miedo al rey Acab (III Reyes 19, 3), le hace frente con gran valor en cuanto Dios lo conforta (III Reyes 21, 17 ss.).
el día en que me invada el temor,
confiaré en Ti.
5
5. Se repite en el versículo 11 como estribillo. Me gloriaré, esto es: aun celebraré el cumplimiento de las promesas de Dios (como en Salmos 41, 6 y 12 y 42, 5). Con gran confianza puesta en Dios, el santo rey prorrumpe dos veces en alabanzas anticipadas, como Jesús en Juan 11, 41 s. Tal confianza es una de las más preciosas lecciones que hemos de aprender en los Salmos.
Me gloriaré en la promesa de Dios,
confiado en Dios no temo.
¿Qué podrá contra mí un hombre de carne?
6Siempre toman a mal mis palabras,
todos sus pensamientos son para mi daño.
7
7. Espiando para ver si hallan de qué acusarme: es la actitud de los fariseos con Jesús (Mateo 22, 15; Lucas 11, 54; 20, 20; Marcos 12, 13) y la actitud del mundo con los amigos de Dios (Eclesiástico 27, 26; Jeremías 18, 22). Véase la advertencia que el Señor nos hace en Juan 15, 20. Cf. Salmo 16, 11.
Se conjuran, ponen asechanzas,
observan mis pasos,
buscando cómo quitarme la vida.
8
8. Texto incierto. Abate los pueblos: así la mayoría. Otros vierten simplemente: abátelos.
Devuélveles otro tanto por su iniquidad;
oh Dios, abate los pueblos en tu ira.
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9. ¿No parece una audacia de David el creer que el Señor Dios se toma semejante trabajo? Pues tal es la fe que agrada a Dios y Jesús nos enseña más aún: que los cabellos de nuestra cabeza están todos contados por su Padre (Lucas 12, 7; 21, 18). En Cantar de los Cantares 2, 7 vemos que el Amado está siempre vuelto hacia nuestra alma, como no pudiendo pensar más que en ella. “En tu libro”: Así se nos enseña en Salmo 138, 16, que es un himno a la omnisciencia del Padre celestial.
Tú cuentas los pasos de mi vida errante;
recoges mis lágrimas en tu redoma.
¿No están acaso escritos en tu libro?
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10. Así también Calès. Otros vierten, entonces retrocederán mis enemigos el día que yo te invocare: en esto conozco, etc. (cf. Salmo 40, 12). Preferimos aquí la versión que coincide con la Vulgata y que augura ya la consoladora experiencia interior de que habla el Apóstol en Romanos 8, 16. San Agustín, comentando el texto de la Vulgata, llama gran ciencia a este saber que Dios es tuyo, tuyo siempre que no estás lejos de Él, o sea que no le huyes tú porque quieres. ¡La amistad no se interrumpe nunca por causa de Él! (cf. Juan 6, 37). De esta certeza de tener a Dios consigo viene, claro está, la seguridad de que los enemigos retrocederán. Es lo que dice San Pablo: “Si Dios está con nosotros ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8, 31).
Así pues mis enemigos retrocederán;
cada vez que apelo a Ti
conozco que Dios está conmigo.
11Me gloriaré en la promesa de Dios,
12confiado en Dios no temo.
¿Qué podrá contra mí
un hombre de carne?
13. Sobre sacrificios de alabanza, véase Salmo 49, 23 y nota.
Te debo, oh Dios,
los votos que te hice;
te ofreceré sacrificios de alabanza.
13
14. Tú has librado... mis pies de la caída: Mucho nos importa recordar esto, pues nadie puede librarse de pecar sino por la gracia divina. Cf. Salmo 50, 7 y nota; Romanos 14, 4; 16, 25; Santiago 1, 21; Judas 24.
Pues Tú has librado
mi vida de la muerte,
y mis pies de la caída,
para que ande yo ante la faz de Dios
en la luz de los vivientes.
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